jueves, 10 de marzo de 2011

ACTO FALLIDO

¡Cuánto ingenio hay en el hombre para crear las maravillas! .Siempre he creido que la soledad y el silencio te hunden en un vacío existencial, una neurosis donde la cabeza casi estalla en pensamientos dudoso respecto del mundo y de uno mismo. Ahora que mi mundo se ha reducido radicalmente, mi creencia aquella ha transformado a otra; me pienso como aquellos hombres que vivieron rodeados de una naturaleza auténtica y condiciones salvajes, insalubres y precarias de vida pero en mi caso me siento enajenada, víctima y utensilio de un fracaso en el que yo misma me aferré.
Apenas logro capturar el recuerdo de cómo fue que sucedieron las cosas pero sólo cerrando los ojos las imágenes emergen como devenires del tiempo. Desde que mi padre falleció la familia ya no me miraba con los mismos ojos, ellos creían que en algún arranque impulsivo yo le había hecho daño y que por eso le dio el paro cardiaco, yo nunca confié demasiado en ellos, las ilusiones ópticas que poco a poco fueron parte de mi vida me hicieron desconfiar de todos mis alrededores y ese fue el detonante de mi acto fallido.
Nunca me gustó el lugar donde viví con mi padre, era una casa enorme para dos personas, el eco era inevitable así como el canto de los grillos todas las noches y el sonido de los cohetes de la iglesia cada fin de semana en punto de las 7pm. Mi madre nos había abandonado porque jamás quiso tener hijos “no iban con sus planes de vida”- decía mi padre y él tuvo que adoptar esa imagen materna para su hija, algunos vecinos llegaron a creer que era maricón y que, por el contrario, yo había sido producto de un precedente a su descubierta preferencia sexual pero eso a él no le importaba. Toda mi infancia está cargada de memorias sublimes como cuando me llenaba los pies y manos de pintura y tenía toda la libertad de manchar un cuarto entero, el único lugar donde me gustaba estar, “salón de fuego” le llamaba y este adoptaba cada vez un matiz diferente así, conforme fui creciendo, mis pupilas reflejaron una inmensa cantidad de pinturas, texturas y cosas que se guardaban en el cuarto aquel, ahí mi imaginación arrancaba y todos los días esperaba la ora de ir a pintar junto con mi viejo.
A pesar de tanta maravilla, luego de la tragedia vendieron la casa y yo me mudé a un departamento pequeño donde cabía todo lo que deseaba en realidad. Era un edificio alto que constaba de catorce pisos, el mío era el 1112, la ubicación era perfecta, se situaba frente a un lago con un horizonte lejano y agua cristalina cual espejo de cielo. Tardé poco en instalarme y luego de un mes conocí a Diego, mi vecino del 1111. Lo había visto antes pero nunca se atrevió a hablarme ni yo a él, hasta ese día en que extravié mis llaves en la estación del tren de regreso a casa, me percaté al llegar al dpto. y entonces él, al verme preocupada y sentada en la puerta como si esperase que una fuerza divina que me abriera, me invitó a pasar a su hogar.
Al principio en nuestra plática no había más que preguntas básicas y respuestas cortas, él me parecía un buen amigo y yo era una buena compañía de charla para él. De esa manera y a un ritmo acelerado la confianza establecida se iba enriqueciendo y la cuenta de las tazas de café y copas de vino compartidas se iba haciendo grande. En Diego era donde yo reposaba todos mis días, mis sonrisas y lágrimas, él las acariciaba igual que yo lo hacía con las crónicas que me platicaba, Entre él y yo había nacido una fraternidad inquebrantable y capaz de soportar todas las mareas. Hubo días en los que llegué a sentir y creer que él era parte de alguna familia perdida, algún hijo negado y abandonado de mi madre, como yo lo había sido, y que quizá el azar nos supo alcanzar. En medio de todo el sentimiento ardiente y glorioso nacido de dos, nunca existió en mi pensamiento consiente un amor seductor, pasional ni libidinal hacia él. Todo era franqueza y gozo fraternal.
Existen ocasiones casi cotidianas en las que los hechos de la vida cambian tus perspectivas y debes acoplarte a ellos o condensar la historia acabando con ella.
Ese día aún no tenía conocimiento de mis alucinaciones, había vivido engañada, pero eso lo descubriría luego. Cuando desperté y abrí los ojos Diego estaba a mi lado, se veía tan real que hasta sus cabellos largos se movían levemente por el soplo de viento proveniente de la ventana entre abierta, sus ojos aún estaban cerrados y su acurrucado se notaba tan apetecible que esas ganas incesantes de quererlo abrazar dieron la pauta, me acerqué con la afectuosidad de siempre y mis manos se desplomaron hasta el fondo de las cobijas, su imagen desapareció como fantasma, él nunca estuvo- pensé, creí que quizá aún no despertaba que mi sueño estaba tomando parte de mi estado natural pero luego abrí la puerta y lo vi salir de su departamento rumbo al trabajo, como lo hacía a diario, ¡el impacto fue feroz!, intenté no darle importancia pero la escena me recurrió varias semanas, donde Diego despertaba a mi lado, algunas veces con rasgos faciales que no eran suyos sino de mi padre, empecé a creer que el anima de los fallecido siempre regresaba pero no pude manejar algo tan real y absurdo a la vez. Fueron sucesos que por supuesto no se los conté a Diego ¿qué pensaría de mi?, ¿acaso dejaría de verme como especial en su vida?, eran preguntas que preferí dejar en suspenso.
Luego de un mes transcurrido, él comenzó a notar mi actitud y cambio al reaccionar, dejé de asistir al trabajo y no salía al café donde nos encontrábamos tan seguido. Lo único que me quedaba era observar detenidamente aquel horizonte infinito que adornaba mi ventana con el cuerpo del lago y los autos andantes vistos como hormigas desde este piso del edificio. Diego no tardó en preguntar que me ocurría y entonces sólo le dije con tranquilidad que estaba enferma, él al saberlo me hizo una lista de cuestionamientos pero nunca quise contestar a ellos, él sólo quería lo mejor para mi entonces establecimos el acuerdo de que, para no ponerme peor, me llevaría comida sana todos los días y me daría un vistazo para que todo estuviera bien, le entregué unas llaves y se fue.
Día tras día la desesperación era mayor, sentía el crecer de una masacre del yo, un tumulto agotado de posibilidades que explicarían mis alucinaciones pero siempre la búsqueda era en vano, sin resultados.
De todas las noches recurrentes, ese jueves 22 de Julio, la ventana me había dado la solución, el brillo de la luna que parecería velar mi insomnio aparente presentó con su luz la imagen insólita del acto futuro. Bastó con cerrar los ojos, dormir un poco y esperar a que los párpados pesados y cansados de tanto observar se abrieran de nuevo y presenciaran la imagen diáfana y perfecta de mi Diego irrealista, pero esa noche algo era distinto.
El sol salía, mi cuerpo se estiraba descansado y al tiempo que mis ojos abrían, mi mano levantaba un utensilio de fierro que iba contra toda la silueta, directa al cuello fue clavada y yo, creyendo que con eso se esfumaría por completo el causante parcial de mi locura, observé como la sangre se derramaba velozmente, las sábanas se manchaban como la pintura del cuarto de mi infancia, él abrió sus ojos cafés desesperanzado, me clavó de su mirada clara lo poco que le quedaba de vida y con su último impulso alzó su mano tirando al suelo las llaves que le había dado para que me cuidara. ¡Que precio debí pagar a costa de un aferrar maldito por el afán de solucionar mi individualidad!
Hoy, en mi mundo de cuatro paredes blancas, vírgenes de pintura derramada, no se ha ido de mi memoria Diego despertando a mi lado, sumergido en un sueño profundo víctima de mi querer desmesurado.
*1. Debes saber que esta historia nunca la supo nadie de mis conocidos, pero ahora por venirme a visitar eres parte de esta asesina.
*2. Te pido que no difundas mi relato, sólo cierra los ojos mientras yo te veo descansando a mi lado.
*3. Aquí dentro de mi habitación, donde vuela mi imaginación, te cuento esta historia sólo por ser vivir a mi lado, vecino.

viernes, 18 de junio de 2010

Mi Secreto.

Desde ahora lo sabemos, seguramente hoy las cosas saldrán igual que ayer, todo repleto de una terrible monotonía donde cada mañana, al vernos al espejo, nos damos cuenta de que seguimos siendo exactamente iguales, que nos afligen las mismas cosas, tenemos los mismos motivos, objetivos, de pronto pensamos en algún trabajo que debemos entregar, que si nos vemos bien para el mundo, escogiendo o buscando alguna prenda que nos acomode, entre muchas otras cosas. Tiempo después se van encendiendo mis sentidos aferentes, despacio abro y cierro los ojos y me doy cuenta de que tengo una habilidad innata de distinguir lo que causa el contacto de mis manos al mantenerse cerca de algún objeto, pero aún así me pregunto... ¿habrá miles de sensaciones exquisitas que jamás he experimentado?, no lo se, justo ahora empiezo a disfrutar de mis manos, siento gritar la orden que manda mi cerebro a mis músculos con fin de moverlos; con mi mano derecha toco la izquierda y voy recorriendo cada milímetro de mi piel, observo mis palmas, mis huellas digitales, lleno mi pulgar de tinta blanca y lo plasmo en un papel oscuro, levanto la hoja y es ahora cuando mi mente visualiza cientos de laberintos magníficos, laberintos que vienen del sur, otros de oriente, y en cierto punto, todas las lineas permanecen en un destino.

He tenido tanto tiempo sin mover mi mano izquierda que ya la siento dormida, entonces la muevo, siento mis falanges en su lugar correcto, ¿qué tiempo he desperdiciado esta parte de mi esqueleto?. Me vuelvo estoico ante todo, tengo temor de ser algo que no soy yo, algo que no me pertenece. Tanta es la fuerza que tengo en mis dedos, que puedo levantar cualquier cosa que no sobrepase mi capacidad; introduzco mis dedos a la piscina, juego entonces con las texturas: pasto, agua, suelo, anillos de plata, incluso con mi cabello, y ahora de un milisegundo a otro, llega a mi cerebro una teoría sobre mi sentido del tacto, se formula de una terca justificación hacia la presunta realidad, lleva quizás un poco de nihilismo. Suponiendo que vivo en una doble realidad, que mi mente y mis impulsos eléctricos unicamente se manifiestan dentro de mi, puedo sacar la teoría de que mi mano izquierda posee cierto número de capas de texturas de tamaño atómico, de las cuales son distintas cada tipo de sentido, es decir, mi mano posee texturas, las lleva dentro y ella decide la manera en que se deberán de percibir los objetos; lo cierto es que ninguna persona en el mundo tiene las mismas intuiciones ni sensitividad. Luego veo mi mano por horas y caigo en un estado de alucinación, donde mi mano se vuelve transparente y entonces mia ojos toman la forma de un microscopio óptico, así es como puedo verlos, de verdad!, ¡si que los veo!, y son magníficas, cada textura despierta una emocion en mi, pareciera que ahora mi mano izquierda es la que manda todas mis reacciones, no deja de sentir deseos de explorar campos materialistas, naturaleza y lo etéreo. Un lapso que no logro comprender, ¿qué ha sucedido? No losé, sin embargo sé que es un secreto, es mi secreto, algo que vendrá de la mano de la complejidad y que no descubriran, solo yo se que es ella, mi mano izquierda la que posee la magia, ella instaura cada latir en este cuerpo absurdo y que sigue, y sin duda, seguirá sin motivos ni explicaciones claras.

A distancia...

Hoy, en el alféizar de mi ventana, confundo el silencio de la noche y el canto de los grillos con esta ausencia tuya a distancia…

Que inmensa tranquilidad va con el frío viento esta noche (de las primeras de abril, ahora últimas), donde todo habla de ti; el cielo pelón de estrellas, sólo destaca la bella luna y por medio de un laberinto de túnel, me voy en un sueño a buscar la hermosa mirada apagada que me conquista cada instante que cruza con tus ojos.

Y en medio de este conmovedor vacío, van falleciendo las luces de la cuadra entera, donde ahora brota la oscuridad y sólo queda un destello imaginado sobre el cual se encuentra tu luz incrustada en un gran pedazo de mi aura translúcida; vas llenando cada segundo en el que mi voz repite tu nombre, ¡¡que poder el tuyo!! De no bajar un segundo, ni por vía marítima donde te hundes convertido en submarino veloz.

Pero no sirve de nada maldecir un mínimo porcentaje de algo, ahora abrazo este instante que más tarde estará distante, se habrá extinguido, más volverá cuando sienta venir el estrépito de tu presencia que hará temblar el suelo y volteará mis pasos a ese abismo de sueños inagotables que tan solo parpadean sin dejar de brillar…

jueves, 10 de junio de 2010

Yo lo pude ver.

Yo lo pude ver, estoy segura de ello y… ¡aún puedo!. Si vos hubieses tenido la cabeza fuera de la flor de maravilla quizás justo ahora estarías tan asombrado como yo. No se definir claramente la sensación que percibo, la oscuridad de la noche, el silbido del silencio, el aleteo del viento, el caminar de aquel muchacho.

Ahora el rojo ya no me perturba, ¡me llama!, me atrae la intensidad y la fuerza de este color intenso; salto de mis pensamientos a la realidad y entonces veo la sombra de aquel árbol magnate, esa sombra intolerante que jamás se ha movido, cubre toda la calle de una acera a otra, es el único sitio donde, al caer la refulgencia del sol, puede uno resguardarse, pero lo curioso es que de noche los faros suelen llegar ahí y forman una sombra llena de luz (de ese rojo) que es la que me hace poder ver las letras que durante la historia se han escrito con transparente. Tal vez no soy la única que lo sabe, quizás el muchacho que suele caminar cerca también lo ve, no lo sé, alguna vez le preguntaré, por ahora, solo me queda observar…

jueves, 18 de marzo de 2010

Memorias.

Déjame que te encuentre
en las rutas que siguen mis pasos.
Déjame atravesae tus pupilas de nuevo
un segundo, un instante.
Déjame ahora seguir
en las memorias que guardas ahí dentro.
Para alojarme, para extenderme
y para luego,dentro de ti, ya perderme.

lunes, 8 de marzo de 2010

Sacerdote atrapado.


Quería desvanecerse y desaparecer por completo, su vida le parecía completamente inútil y tenía dentro de si un terrible conflicto existencial, el cual no podría soportar…
- “Hermana, permítame regalarle este rosario, es muy especial para mí, desde hace años me lo obsequió mi abuela y ahora quiero que usted lo tenga. Usted me ha apoyado siempre, ha asistido a todas mis celebraciones parroquiales aún teniéndose que esconder entre tropel y expresándose en su completa soledad divina, de verdad hermana María Luisa, ¡Gracias!
Así es como Pablo, el sacerdote de la iglesia San Antonio, le agradecía a la monja por su apoyo incondicional; durante cinco años de predicar, Pablo siempre había sido un sacerdote impoluto, trataba a los seguidores del catolicismo como si fuesen sus hermanos, no tenía prejuicios de ningún tipo y era miembro del consejo de CPIH (caridad para infantes huérfanos); sus hábitos iban perfectamente bien llevados, pero un día todo cambió.
Sucedió en un encuentro de sacerdotes y monjas, en donde cruzaron por primera vez la palabra y Pablo por única vez en su vida había sentido dudas sobre lo que su ser significaba, sobre lo que su vida le tenía preparada, todo lo que tenía que ver con la religión católica se iba yendo levemente de pedazo en pedazo. Cada amanecer de los catorce días que estuvieron en el convento, se veían y platicaban sobre su vida, de esta manera se fueron conociendo y Pablo llegó a sentir en su interior aquella emoción sublime de la cual nadie logra escapar, me refiero al amor. Pablo daba misa cada domingo y María Luisa siempre estaba ahí, el sacerdote se cuestionaba la razón de su paranoia a que los demás sacerdotes la observaran o le sacaran plática, pero eso a él no le importaba, todos sus días de vida estaban repletos de escepticismo y de culpabilidad por fallarle a su religión y por supuesto a su dios.
Durante meses enteros la presencia de María Luisa era insoportable para Pablo, causaba conflictos existenciales en el sacerdote y a causa de toda la mugre que sentía dentro de su alma, decidió renunciar a todo lo que había sido para intentar estar tranquilo y feliz con ella aún sabiendo que eso implicaba exiliarse de su religión y de todos sus compañeros sacerdotes.
Tras haberse retirado de su vida espiritual, estaba muy cerca de decirle todo a María Luisa, aunque no sabría como iba a reaccionar ella; un domingo después de haber finalizado la parroquia, justo detrás del altar María Luisa se le acercó a Pablo y él, sin dejarla decir una sola palabra, le dijo que creía que la amaba, que nunca había sentido tanto amor , que su corazón podía más que todo lo que había alrededor; Pablo se quedó viendo sus ojos brillantes, el tono casi plástico de su piel y esperando una respuesta de María Luisa, pasó un minuto de silencio en lo que ella respondía y entonces Pablo escuchó:
-“Antes de llegar aquí creía amar a dios, ahora, creo que también te amo a ti, pero debo decirte… yo no soy lo que aparento, fui sometido a una operación para ser mujer y convertirme en monja, es por eso mi paranoia con los sacerdotes, ahora dime tu ¿Me sigues amando aún?”…