jueves, 10 de junio de 2010

Yo lo pude ver.

Yo lo pude ver, estoy segura de ello y… ¡aún puedo!. Si vos hubieses tenido la cabeza fuera de la flor de maravilla quizás justo ahora estarías tan asombrado como yo. No se definir claramente la sensación que percibo, la oscuridad de la noche, el silbido del silencio, el aleteo del viento, el caminar de aquel muchacho.

Ahora el rojo ya no me perturba, ¡me llama!, me atrae la intensidad y la fuerza de este color intenso; salto de mis pensamientos a la realidad y entonces veo la sombra de aquel árbol magnate, esa sombra intolerante que jamás se ha movido, cubre toda la calle de una acera a otra, es el único sitio donde, al caer la refulgencia del sol, puede uno resguardarse, pero lo curioso es que de noche los faros suelen llegar ahí y forman una sombra llena de luz (de ese rojo) que es la que me hace poder ver las letras que durante la historia se han escrito con transparente. Tal vez no soy la única que lo sabe, quizás el muchacho que suele caminar cerca también lo ve, no lo sé, alguna vez le preguntaré, por ahora, solo me queda observar…