lunes, 8 de marzo de 2010

Sacerdote atrapado.


Quería desvanecerse y desaparecer por completo, su vida le parecía completamente inútil y tenía dentro de si un terrible conflicto existencial, el cual no podría soportar…
- “Hermana, permítame regalarle este rosario, es muy especial para mí, desde hace años me lo obsequió mi abuela y ahora quiero que usted lo tenga. Usted me ha apoyado siempre, ha asistido a todas mis celebraciones parroquiales aún teniéndose que esconder entre tropel y expresándose en su completa soledad divina, de verdad hermana María Luisa, ¡Gracias!
Así es como Pablo, el sacerdote de la iglesia San Antonio, le agradecía a la monja por su apoyo incondicional; durante cinco años de predicar, Pablo siempre había sido un sacerdote impoluto, trataba a los seguidores del catolicismo como si fuesen sus hermanos, no tenía prejuicios de ningún tipo y era miembro del consejo de CPIH (caridad para infantes huérfanos); sus hábitos iban perfectamente bien llevados, pero un día todo cambió.
Sucedió en un encuentro de sacerdotes y monjas, en donde cruzaron por primera vez la palabra y Pablo por única vez en su vida había sentido dudas sobre lo que su ser significaba, sobre lo que su vida le tenía preparada, todo lo que tenía que ver con la religión católica se iba yendo levemente de pedazo en pedazo. Cada amanecer de los catorce días que estuvieron en el convento, se veían y platicaban sobre su vida, de esta manera se fueron conociendo y Pablo llegó a sentir en su interior aquella emoción sublime de la cual nadie logra escapar, me refiero al amor. Pablo daba misa cada domingo y María Luisa siempre estaba ahí, el sacerdote se cuestionaba la razón de su paranoia a que los demás sacerdotes la observaran o le sacaran plática, pero eso a él no le importaba, todos sus días de vida estaban repletos de escepticismo y de culpabilidad por fallarle a su religión y por supuesto a su dios.
Durante meses enteros la presencia de María Luisa era insoportable para Pablo, causaba conflictos existenciales en el sacerdote y a causa de toda la mugre que sentía dentro de su alma, decidió renunciar a todo lo que había sido para intentar estar tranquilo y feliz con ella aún sabiendo que eso implicaba exiliarse de su religión y de todos sus compañeros sacerdotes.
Tras haberse retirado de su vida espiritual, estaba muy cerca de decirle todo a María Luisa, aunque no sabría como iba a reaccionar ella; un domingo después de haber finalizado la parroquia, justo detrás del altar María Luisa se le acercó a Pablo y él, sin dejarla decir una sola palabra, le dijo que creía que la amaba, que nunca había sentido tanto amor , que su corazón podía más que todo lo que había alrededor; Pablo se quedó viendo sus ojos brillantes, el tono casi plástico de su piel y esperando una respuesta de María Luisa, pasó un minuto de silencio en lo que ella respondía y entonces Pablo escuchó:
-“Antes de llegar aquí creía amar a dios, ahora, creo que también te amo a ti, pero debo decirte… yo no soy lo que aparento, fui sometido a una operación para ser mujer y convertirme en monja, es por eso mi paranoia con los sacerdotes, ahora dime tu ¿Me sigues amando aún?”…